El Aceite de Coco, por sus magníficas propiedades, a su vez beneficiosas para el organismo del ser humano y por su estabilidad a altas temperaturas, se usó masivamente durante años en la industria alimentaria, en especial en la bollería industrial y en las comidas prefabricadas. La producción del Aceite de Coco suele provenir de paises que utilizan agricultura ecológica en sus cultivos y tratamiento manual de las cosechas. Por ello, normalmente tiene un precio superior al de otros cultivos de vegetales de los cuales se obtiene aceite.
Durante la Segunda Guerra Mundial, el ejército Japonés ocupó Filipinas y otras Islas del Pacifico Sur, donde se llevaron a cabo muchas batallas sangrientas. El abastecimiento de aceite de coco que en su momento fue abundante, se redujo drásticamente. Aunque el aceite de coco había sido muy popular tanto en la cocina como ingrediente agregado a muchos productos alimenticios, la continua ocupación del ejército interrumpió el abastecimiento durante años a medida que la guerra se alargaba lentamente.
Los fabricantes comenzaron a desarrollar fuentes alternativas de aceite para cocinar yasí nació el aceite poliinsaturado. Cuando la guerra terminó, ya había mucho dinero vinculado en la promoción de estos aceites vegetales poliinsaturados. A finales de la década de 1950, la opinión pública se había opuesto completamente a las grasas saturadas, tales como la mantequilla (y el aceite de coco). Se les culpó erróneamente por el aumento del colesterol en las personas, y el colesterol se convirtió en el enemigo malo, el culpable responsable del aumento de enfermedades cardiacas.
Se eliminó la ingesta de mantequilla, huevos y aceite de coco. Los nuevos aceites vegetales fueron erróneamente etiquetados como «saludables para el corazón». El Aceite de Coco siguió siendo
etiquetado como algo malo para la salud por la industria del aceite vegetal a través de las siguientes décadas. Para colmo, la industria de la soja comenzó a condenar el uso de los aceites tropicales, particularmente el Aceite de Coco.Desafortunadamente, la industria de los aceites tropicales, localizada en naciones pobres como Filipinas, Shri Lanka e Indonesia, no podía darse el lujo de contradecir esta propaganda negativa difundida por los ricos conglomerados industriales de América. La ciencia y la buena salud perdieron en detrimento de los beneficios empresariales, como ha sucedido en más de una ocasión…
A principios de los años 80, dos grandes conglomerados, a la cabeza de una serie de intereses económicos, realizaron una campaña masiva para desprestigiar el aceite de coco. En concreto, la Asociación Americana de la Soja (ASA) y la Compañía de Productos del Maiz (CPC International), hoy llamada Ingredion, lideraron un movimiento global que tuvo como fatal desenlace la sustitución del Aceite de Coco por aceites refinados de cultivos como el girasol, el maiz, la colza, la soja o el sésamo, por nombrar algunos.
A diferencia de estos aceites refinados vegetales, el Aceite de Coco suele encontrarse en el mercado con facilidad en la modalidad de Aceite Extra
Virgen procedente de la primera prensa en frío. Esto quiere decir que no ha sido modificado mediante ningún proceso químico otro que la maduración y fermentación natural del fruto del que se extrae, el coco. Muchas personas confunden el aceite de palma con el Aceite de Coco, pero ni son lo mismo ni tienen las mismas propiedades.
El Aceite de Coco se extrae de la pulpa blanca del coco, la parte central del fruto, mientras que el aceite de palma se obtiene de las zonas exteriores del fruto. Su composición es absolutamente distinta y sus propiedades también. Los intereses comerciales han intentado, durante años, confundir al consumidor presentando el Aceite de Coco y el aceite de palma como un mismo producto, cuando es obvio que no lo son. Los defensores de los aceites vegetales refinados, de manera consciente, han engañado al consumidor atribuyendo a sus productos propiedades que en realidad no tienen y que, por otro lado, si podemos encontrar en el Aceite de Coco.Si hacemos un poco de Historia, comprobaremos que a patir de la década de los ochenta del siglo pasado, coincidiendo con este cambio de tendencia en la utilización de los aceites, los casos de diabetes, obesidad y cardiopatías en general no han hecho más que crecer. Se ha culpado y satanizado a las grasas, en especial a las saturadas, de esta pandemia a nivel mundial, pero lo cierto es que cuantas menos grasas saturadas tomamos, mas aumentan los casos, hasta el punto de que son ya muchas las voces cualificadas a nivel internacional que están dando la voz de alarma sobre la errónea educación nutricional que estamos dando a la población.Médicos internistas, cardiólogos, nutricionistas, e investigadores altamente cualificados están volviendo a animar a las personas a incluir un mayor aporte de grasas saturadas en su dieta y nosotros creemos que la mejor fuente de estas grasas en estado natural y de procedencia ecológica, sin ningún tipo de pesticida o producto químico añadido, es el Aceite de Coco.
Lo cierto es que no exite tal cosa como el aceite perfecto. En general, las distintas grasas y los distintos aceites tienen cada uno una serie de características que los hacen únicos. Por
ejemplo, el aceite de olvia tiene unas propiedades excepcionales siempre y cuando no se caliente. El aceite de oliva es una grasa mono-insaturada, por lo que es más estable que otras grasas y contiene ácidos grasos Omega-9 en lugar de los Omega-6 presentes en otros aceites vegetales. Se trata por tanto de una grasa muy saludable… siempre y cuando no se caliente ya que se oxida al cocinar con el. En esa oxidación se producen radicales libres que, entre otras cosas, atacan las membranas celulares y los glóbulos rojos, lo que daña el ADN y puede provocar incluso mutación celular. Por lo tanto, incluso con sus muchas virtudes, el aceite de oliva no debería usarse para cocinar en caliente jamás, y mucho menos aún para freir. Cualquiera que haya frito con aceite de oliva habrá observado que es un aceite que hecha mucho humo al calentarse, se oscurece con mucha velocidad y se vuelve rancio, todos ellos síntomas de una rápida degeneración por oxidación.
La codicia de los fabricantes de alimentos va tan lejos como para anunciar, por ejemplo, productos como las patatas fritas «en aceite de oliva», atribuyendo a esta fritura los beneficios del aceite de oliva virgen crudo cuando, en realidad, podríamos considerar este alimento preparado más cercano a un veneno que a una comida con propiedades nutritivas beneficiosas para el ser humano.
Lo que trístemente ocurre con la industria alimentaria en general es que, hace ya muchos años que la salud y el bienestar del ser humano fueron reemplazados por la codicia y el afan por obtener pingües beneficios aún a costa de las personas. Este hecho se pone aún más de manifiesto cuando el objetivo de los alimentos son los niños, como en el caso de la bollería industrial. En este caso en concreto, no sólo se ha eliminado el Aceite de Coco de la preparación de los alimentos, sino que además se ha sustituido por grasas parcialmente hidrogenadas, que sobra decir los nocivos efectos que tienen sobre nuestra salud. Un ejemplo de estas grasas lo encontramos en las margarinas. Todavia tenemos frescos en la memoria los anuncios televisivisos de margarina en el que los protagonistas son los niños, justo aquellos a los que nunca habría que darles este alimento. Lo cierto es que un litro de Aceite de Coco es significativamente más caro que un litro de aceite vegetal refinado. Los motivos son diversos, pero todos tienen su lógica, empezando por que es bastante más complicado mantener plantaciones de palmeras cocoteras que, por ejemplo, girasoles. El ritmo de crecimiento de estos últimos es infinitamente más rápido que el de una palmera. Además, la recolección, limpiado y prensado de las semillas de girasol se realiza de manera automática mientras que en el caso de la pulpa del coco, todo el proceso es manual. Esto, que desafortunadamente vemos como un inconveniente, es en el realidad una virtud porque la propia industria del Aceite de Coco es generadora de trabajo y riqueza allí donde más falta hace, que no es en los consejos de administración de las compañías de alimentación, sino en los países menos desarrollados. Pero claro, incluso con salarios bajos como los que se dan en el tercer mundo, ese trabajo de recolección y preparación, absolutamente manual, hay que pagarlo.
Pero hay otra ventaja económica en el uso del Aceite de Coco que contrapesa sobremanera el coste de adquisición. Al tratarse de una grasa saturada, el Aceite de Coco es muy estable a altas temperaturas. De hecho, debería ser el único que usásemos para cocinar. Tanto es así que su merma es mínima. En efecto, el Aceite de Coco no pierde propiedades al calentarse y enfriarse, del mismo modo que no las pierde al pasar de estado sólido a líquido. Por ello, podemos usarlo una y otra vez para freir sin riesgo de deteriorarlo seriamente como le ocurre al resto de aceites vegetales.
Nuestra misión debe ser reeducar a las personas para que, paulatinamente, vayan adoptando unos métodos nutricionales más acorde con los últimos descubrimientos que se van haciendo, cambiando de este modo la historia y evitando que la pandemia de enfermedades asociadas a una pobre nutrición degenere en epidemia en aquellos sitios en los que todavía no lo ha hecho. Esta pandemia está causada por la forma en que se tratan los alimentos, por los componentes que se utilizan y, como hemos dicho antes por la superposición de los intereses comerciales de unos pocos a los intereses generales de la población. En la actualidad, dos de los alimentos más baratos de producir son la patata y el azucar. No es casualidad que casi todos los alimentos preparados, del tipo que sean, contenga patata (a veces disimulado como «fécula»), azúcar (a veces disimulado como «alcoholes») o incluso ambas cosas a la vez.
La historia nos debe enseñar a proteger a nuestros hijos y, flaco favor les hacemos por ejemplo, si les damos a comer «pechugas de pavo vuelta y vuelta» que contienen un alto porcentaje de patata en su composición en detrimento de la sana carne de pavo que deberían contener.
Algunos libros de interés al respecto del Aceite de Coco:
Comentarios recientes